De manera fortuita, en una de esas jornadas indefinidas en las que me paso margullando por los vastos océanos de las redes sociales, me he topado con este pececillo brillante. Me ha dejado tan anonadada que lo he compartido con el que considero el mayor fan que conozco de Freddie y de Queen con la absoluta seguridad de que pasaría la prueba del rigor de su juicio. ¡Bingo! Vale, lo dejo también por aquí por si quieres escuchar y notar cómo tus ojos se olvidan de pestañear y tu mandíbula va cediendo a medida que va avanzando la experiencia.
Conozco a este grupo desde hace tiempo. Creo que tiene temas propios, pero a mí particularmente me impresiona su talento para interpretar clásicos y lograr resultados espectaculares. Se ha convertido, para mí, en un grupo vocal de referencia. No soy experta en crítica musical, en absoluto, pero siento que todo lo que hacen estos cinco, oye, lo hacen muy bien. Y enfrentarse a un gigante como “Bohemian Rhapsody” es, Dios mío, de valientes, de auténticos valientes. Y, además, conseguir tal calidad es toda una hazaña. Creo que acometer un reto de este calibre es algo tan arriesgado que una, como oyente y, sobre todo, escuchante, se acerca de puntillas casi con el miedo a que el resultado sea de lo más bochornoso y no pueda soportar ni un segundo más de exposición.
Y no, no ha sido así. Ay, qué alivio. Afortunadamente, para mi vergüenza ajena y para su honor y prestigio, han traído una adaptación vocal y una interpretación (en vivo, además), a mi juicio, impecable. Bravísimos todos. Ey, qué alegría. Si los tuviera aquí enfrente, les diría: “Felicidades, gente, ha sido magistral”. Me siento parte, de repente. Soy testigo de cómo un grupo de humanos ha saltado y ha atravesado el umbral de ejecutar con solvencia una pieza endemoniada concebida por un genio. Y ese hecho me cuenta algo que al menos a mí, particularmente, me llena de energía para lo que me plantee construir: que todo se trata de ponerse manos a la obra.
En ese sentimiento furtivo de hermandad, no puedo evitar pensar en la cara B del camino. Para llegar hasta ese 18 de octubre de 2024, día en que publicaron el vídeo en la plataforma (realmente publicaron ese mismo sencillo siete años atrás, y el grupo no era exactamente el mismo –el bajo ya camina en solitario–), hubo que atravesar mucho de lo sucio, incómodo, desagradable, grueso, antipático…; mucho de lo humano, de lo que nadie habla y de lo que no se muestra –y menos en estos lares en los que está todo photoshopeado, editado, cortado, filtrado, ensayado, maquillado, retocado–. Mucho de todo eso que cada vez somos menos capaces de soportar porque estamos convencidos (y también desentrenados) de que tropezar con barro es un fallo en Matrix.
Desde el punto cero hasta la excelencia hay toneladas y toneladas de basura, y la diferencia entre esos cinco y tú y yo es que han sabido hacer una estupenda política de gestión de residuos. ¿De qué hablo? Pues no solo de las dificultades que se presentan y que hay que sortear para lograr cualquier meta que te propongas, sino del monólogo interno. Esa catarata incesante de pensamientos que se generan y que te hablan de lo que quieres hacer, de lo que puedes hacer hoy, de lo que has hecho mal, de que eres un desastre, de que mañana será otro día, de que zutanito me ha dicho algo y no sé qué querrá insinuar con eso, de que ya soy mayor para esto, de que a dónde voy yo ahora con esta idea ridícula… Basura mental. Día tras día. Y ojo, que en el caso de nuestro quinteto aquí también hay que gestionar los residuos ajenos, porque además son un grupo. Y el dinero, aunque ahora fluya, no siempre estuvo, y no lo sostiene todo. Ni siquiera los más que probables lexatines que puedan tomarse para ir atravesando las tempestades de los acontecimientos y las de cada uno.
Así que dejemos ya de buscar la modalidad fast-food en lo que hacemos. Si deseas hacer algo de lo que sentirte orgullosa y con lo que dejar a otros con la mandíbula desencajada; si realmente quieres que otros noten con una pequeña cata una explosión de sabores en su boca –que solo es posible con horas a fuego lento–, créeme: no busques imágenes ni discursos baratos; y si los encuentras, no te fíes, porque manipulan la verdad. El único camino es el sacrificio. Esa es la verdad. Pico y pala. No hay atajos para la excelencia.